LA ESTRELLA DE LA LITERATURA: HYPERION DE DAN SIMMONS
La literatura es una de las grandes
estrellas de mi vida, me ha acompañado desde que tengo memoria. Hablo de
literatura (novela, poesía, teatro…), no de libros de ensayo (que también me
gustan, pero son otra cosa). Creo sinceramente que la literatura es un alimento
para el alma insustituible, por eso siempre me apena conocer gente que no ha
despertado este amor. Al igual que me pasa con el cine (otro gran amor),
procuro cambiar de género con asiduidad para no encasillarme y perderme cosas
que pueden resultar interesantes, divertidas, curiosas, sorprendentes…, aunque
confieso una especial predilección por las historias de ciencia ficción y de
fantasía.
Recientemente cayó en mis manos una
novela titulada Hyperion, y como lo
curioseo todo le eché un vistazo y leí que había sido ganadora de los premios
Hugo y Locus de 1990. Echemos mano de la Wikipedia, que dice que “Los Premios Hugo o Science Fiction Achievement Awards son
una serie de importantes galardones otorgados a obras de ciencia ficción o en menor grado fantasía”
y “Los Premios Locus son
unos premios literarios que comenzaron a entregarse en 1971, siendo los
ganadores elegidos por los lectores de la Revista Locus”. Esto, junto con el hecho de que hacía tiempo que no leía
nada de Ciencia Ficción, me animó a leer la novela. Su autor en Dan Simmons,
profesor de literatura y redacción, y un absoluto enamorado de la figura de
John Keats, como muy bien se plasma en la novela.
La novela me ha gustado por diversos
motivos: me ha parecido original e interesante, está bien escrita (algo que
valoro mucho) y porque da que pensar. Y porque me ha entretenido mucho, que eso
también lo valoro. Toda la historia de la novela se articula alrededor de una
especie de deidad viva llamada Alcaudón, y de unos peregrinos que acuden a verle
por distintos motivos. Los peregrinos no se conocen entre sí y eso da pie a que
Dan Simmons realice un homenaje a Geoffrey Chaucer y sus Cuentos de Canterbury, haciendo que cada uno de los personajes
cuente su historia a los demás.
Una de las historias la cuenta Sol
Weintraub, un profesor judío que viaja con su hija Rachel, un bebé de tan solo
unos días. A raíz de que ella contrajese una extraña enfermedad él comenzó a
tener un sueño en el que aparece el Alcaudón que le dice que para salvar a la
humanidad debe tomar a su hija e ir al mundo llamado Hyperion para ofrendarla
como víctima ardiente.
Esta situación le lleva a rememorar el
llamado “dilema de Abraham”, con el que se inicia la historia de su pueblo y de
su religión. Recordemos que Dios pide a Abraham, como muestra de obediencia, que sacrifique
a su hijo predilecto. Sol reflexiona
acerca de la obediencia a un poder superior,
la situación evolutiva de la raza
humana, la libertad y el libre albedrío.
“Sol
quería saber cómo un sistema ético –y una indómita religión que había
sobrevivido a todos los males a que le había sometido la humanidad- podía
surgir de la orden divina de que un hombre matara a su hijo. No importaba que
la orden se hubiera rescindido en el último momento. No importaba que la orden
fuera una prueba de obediencia. De hecho, la idea de que la obediencia hubiera
permitido a Abraham ser el padre de las tribus de Israel era precisamente lo
que encolerizaba a Sol.
Al
cabo de cincuenta y cinco años de dedicar su vida y trabajo a la historia de
los sistema éticos, Sol Weintraub llegó a una firme conclusión: toda lealtad a
una deidad, concepto o principio universal que hiciera prevalecer la obediencia
por encima de la conducta decente hacia un ser humano inocente era perniciosa.”
El tema de la lealtad a una deidad,
concepto o principio universal por encima de la conducta decente queda muy bien
reflejado en situaciones como la que narra la película Hannah Arendt (2012): la filósofa asiste al juicio a Adolf
Eichmann, el nazi que organizó el genocidio del pueblo judío durante la II
Guerra Mundial. Arendt descubre que este oscuro individuo no era más que un burócrata que “obedecía”
órdenes, nada más, como si eso eximiera de toda responsabilidad moral.
“-La
respuesta correcta para Abraham fue la obediencia –pensó Sol-. Éticamente,
Abraham era un niño. Todos los hombres lo eran en esa época. La respuesta
correcta para los hijos de Abraham era llegar a la edad adulta y ofrecerse
ellos mismos. ¿Cuál es la respuesta correcta para nosotros?”
La reflexión final de Sol es que ha llegado
la hora de dejar atrás la obediencia y los sacrificios, ha llegado la hora de
que exista un trato de respeto e igualdad entre hombres y dioses. Es una idea
bonita, pero viendo lo que todavía sucede en el mundo creo que estamos muy
lejos de eso, aunque son muchas las tradiciones que nos hablan de que somos
dioses, pero lo hemos olvidado, que se trata tan solo de recordar. En cuanto
eso suceda no será necesario ninguna obediencia a un poder externo, porque
habremos descubierto el Poder en nosotros mismos. Immanuel Kant también
apuntaba hacia la misma intuición cuando instaba al hombre de su tiempo a
asumir la mayoría de edad, a dejar de ser un niño que necesita de tutores que
le digan qué debe hacer, qué debe pensar, etc.
La pregunta que esta historia me ha
suscitado es: ¿Cuándo dejaremos de ser niños peligrosos y mal criados? ¿Cuándo
asumiremos la responsabilidad por nosotros mismos de modo que llegue el día en
que el “poder superior” sea la propia claridad interna, nuestro Yo profundo? A
ese poder sí le debemos obediencia, y mientras trabajamos consciente y
activamente en que ese poder despierte es signo de madurez y sabiduría, creo
yo, saber elegir buenos “tutores” o, mejor dicho, guías en la vida.
Me han dado ganas de leerlo, pero la verdad es que creo que "tu" deberías de escribir un libro. Seguro que tu intensa vida interior plasmada a través de tu pluma sería una delicia… ¿te animas?...
ResponderEliminarGracias por el comentario, es una alegría tenerla por aquí. Lo de escribir yo un libro, es un sueño de la infancia, pero cuando leo los buenos libros que hay y los buenos autores que pueblan el mundillo literario, me entra la timidez. No obstante estoy empezando a planteármelo más seriamente.
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